Una diversificación sobrevalorada: La oportunidad del 400% y el cambio estratégico de activos por década
En el vasto panorama financiero, la estrategia comúnmente defendida de diversificación merece una nueva perspectiva. Contrariamente a la noción prevalente de que la distribución de inversiones en varios sectores mitiga el riesgo, planteamos un punto de vista alternativo:
- Cada década despliega un tema de inversión singular, presentando una oportunidad sustancial del 400%, junto con una clase de activos correspondiente para eludir con tacto. Nuestra convicción inquebrantable para la próxima década es clara: Japón encarna la oportunidad floreciente, mientras que los bonos del tesoro global emergen como el activo para evitar cuidadosamente.
Source: Macrowise Research
Nikkei 225 casi alcanzando los niveles de 1990. Fuente: Yahoo Finance.
Mientras que la sabiduría financiera convencional pone un énfasis en la diversificación, existe una necesidad crucial de discernir la narrativa única de inversión que cada década revela. Mientras que la búsqueda de oportunidades lucrativas a menudo toma el centro del escenario, el aspecto de identificar posibles obstáculos se pasa por alto con frecuencia. Este punto de vista incita a una reconsideración reflexiva de los refugios tradicionales seguros, especialmente los bonos del tesoro, que pueden resultar poco óptimos en los años venideros.
1950-1980:
Cada década que pasa presenta temas cruciales que dan forma al panorama de inversión. Después de la Segunda Guerra Mundial en la década de 1950, se destacó el resurgimiento de Europa, impulsado por el Plan Marshall y el ascenso de las acciones europeas. La década de 1960, en medio de las tensiones de la Guerra Fría, presenció el dominio del mercado bursátil estadounidense de gran capitalización. La década de 1970, afectada por la inflación, trajo un auge para materias primas como el oro y el petróleo. De 1950 a 1981, los bonos del tesoro fueron activos a evitar en un mundo marcado por una nueva estructura de poder geopolítico y una falta de confianza entre las naciones, generando escepticismo en la deuda respaldada por gobiernos e instituciones.
1980:
La década de 1980 marcó el juego final de la Guerra Fría, con México emergiendo como un nuevo actor en el juego energético debido a los precios récord del petróleo. La caída de los precios del petróleo dificultó que la Unión Soviética financiara la Guerra Fría contra Estados Unidos, preparando el escenario para su eventual disolución. En medio de la lucha entre Estados Unidos y la Unión Soviética, Japón surgió como una nueva estrella en la década de 1980, marcando el apogeo de un mercado alcista de acciones japonés de 30 años que comenzó en la década de 1950 y alcanzó su punto máximo en la burbuja de la década de 1990.
1990:
La década de 1990 vio la restauración de la confianza en Estados Unidos. Bajo el liderazgo del Paul Volcker en la FED, los bonos se recuperaron. Esta era, caracterizada por el auge de Internet, reflejó la era dorada de la tendencia megatendencia de las computadoras personales de la década de 1970. El oro, el petróleo y las materias primas perdieron favor de 1980 a 2000.
2000:
Los primeros años de la década de 2000 presenciaron el estallido de la burbuja de Internet, sin embargo, se estaba desarrollando inadvertidamente un mercado alcista desde 1980: el ascenso de China. Ahora entrelazado con el ascenso de China a la Organización Mundial del Comercio, disfrutó de su década dorada y con China, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
2010:
La era transformadora posterior a 2008 estuvo marcada por el surgimiento inadvertido de la computación de alto rendimiento, catalizada por el lanzamiento del iPhone de Steve Jobs. Esto allanó el camino para una conectividad sin precedentes, preparando el escenario para una nueva época dominada por el mundo de los bits. La dominancia de la propiedad digital ha dado lugar a la necesidad de criptomonedas, como Bitcoin y Ethereum, actuando como muros digitales contra los oligopolios tecnológicos y los gobiernos autocráticos.
2020:
Desde 2020, las interrupciones pospandemia han desencadenado un cambio radical en el modelo de producción global. La inteligencia artificial (AI), como el impulsor principal de este mundo digitalizado, tiene el potencial de remodelar el mundo físico de los átomos, especialmente dentro de las megaciudades.
El replanteamiento de las cadenas de suministro globales y la renovada rivalidad geopolítica entre China y Estados Unidos, las dinámicas de una segunda Guerra Fría, que nos recuerda las décadas de 1950, 1960 y 1970. Al igual que el enfoque estratégico en Europa en la década de 1950, la prioridad actual radica en resucitar la economía japonesa para contrarrestar la influencia de China.
Considerar a Japón simplemente como un país con una población envejecida donde la innovación es desafiante simplifica su potencial. Vemos a Japón como un archipiélago de megaciudades, que incluye Tokio, Yokohama, Nagoya, Kyoto, Nara, Osaka y Kobe, actuando juntas como un motor de serendipia para un nuevo sistema de producción que atiende a más de 100 millones de personas.
Esta perspectiva única posiciona a Japón como una fuerza dinámica e interconectada en el panorama económico global. Las megaciudades son la convergencia de la automatización, los autos eléctricos, el internet de las cosas, la inteligencia artificial, la biotecnología, las criptomonedas y los reactores nucleares modulares.
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